Diccionario de variantes del español - Publicaciones
Ya presentamos hace más de un año el banco de datos CREA, Corpus de Referencia del Español Actual1 en Les Langues néo-latines2. Se sabe que esta imprescindible herramienta diseñada e implementada por la Real Academia Española permite observar la lengua española tal como se hablaba y escribía en los últimos veinticinco años del siglo pasado mediante unas cuantas precauciones. Siguiendo adelante, la RAE decidió poner en línea sin tardar un banco de datos dedicado a la lengua del siglo XXI: el CORPES o CORPus del Español del Siglo XXI3.
Analizaremos en este artículo sus principales características pensando primero en su interés para todo hispanista pero también en lo que significa.
I - Unos rasgos generales
¿De qué estamos hablando ?
En Estados Unidos, en 2014, 54.268.000 personas se identificaban como“de origen hispánico” según criterios lingüísticos “sin tener en cuenta la raza”1. Pero, ¿qué relación con el español mantiene realmente ese 17% de vecinos del país? No es fácil contestar porque la reivindicación de los orígenes abarca prácticas variopintas en función de las generaciones, los grupos sociales y las regiones de implantación. Obviamente una recolección de las expresiones orales en la calle, en casa o en el lugar de trabajo no haría más que acrecentar la confusión ya que hablar una lengua “otra” en cualquier país supone una adaptación permanente del discurso al interlocutor y a la situación. De hecho, un “hispano” suele echar mano de una gama de idiomas que van desde el español hasta el inglés sin ruptura afirmada2. Para hallar el fondo relativamente homogéneo sobre el cual se despliega este abanico es preciso recurrir a la prensa escrita, las emisoras de radio y de televisión en español que se dirigen a la diversidad de los hispanohablantes de Estados Unidos.
“...ojo precioso regalo del cerebro...”
Vicente Huidobro, Altazor o el viaje en paracaídas, Canto IV, v. 31.
Al principio todo parece simple...
La Real Academia de la Lengua Española nos dice en su Diccionario de la lengua española (DLE)1: “Oír: 1. tr. Percibir con el oído los sonidos”. O sea que el sujeto permanece pasivo y los órganos adecuados registran los fenómenos sonoros sin que intervenga una voluntad o una intención. Una vuelta a los orígenes parece confirmar esta definición meridiana ya que el étimo latino de donde procede oír es audīre, verbo que remite a las claras al sentido de la audición. La raíz es la misma que la del verbo francés paralelo ouïr. Cabe advertir sin embargo una evolución sorpresiva: ouïr, caído en desuso, ha sido sustituido en francés por entendre que procede del latín intendĕre, verbo que no sugería la pasividad sino todo lo contrario puesto que significaba “tender hacia”. Nótese que en español el verbo entender, de misma raíz, denota una actividad intelectual ya desarrollada2. Curiosa sustitución que llama la atención. Pero, como sabemos, el español no ha realizado este truco de magia desconcertante.
Denominar es, ya de entrada, señalar como no-yo, como diferente, como otro. Los griegos antiguos llamaban “bárbaros” a quienes no hablaban griego y usaban una jerga incomprensible plagada de sonidos extranjeros y por lo tanto extraños. La onomatopeya que sigue percibiéndose en la palabra actual da fe de esa exterioridad definitiva. Ni que decir tiene que dichos “bárbaros” hablaban varios idiomas perfectamente construidos y no compartían un único y confuso “galimatías” o “jerigonza” según vocablos que manifiestan la supuesta imposibilidad de entender al Otro. La identidad común que les era asignada no tenía ningún sentido para cada uno de dichos pueblos. La definición sólo valía desde el punto de vista griego. Aflora aquí la inestabilidad de toda designación del Otro como tal ya que no se fundamenta sobre rasgos objetivos, sino sobre una percepción subjetiva y, por consiguiente, sometida a evoluciones constantes en función de las épocas, de la sociedad y de las interrelaciones. La palabra “gabacho” brinda un vivo ejemplo de ello.